CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO
CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO. EL FIN DE LOS DINOSAURIOS Y LA GUERRA NUCLEAR.
EL FIN DE LOS

EL FIN DE LOS DINOSAURIOS Y LA GUERRA NUCLEAR.(I)

Conferencia de Brian Toon (Mes de Noviembre de 2017).

“”Hace 66 millones de años, un asteroide del tamaño de una montaña que volaba diez veces más rápido que la bala de un fusil de asalto, se estrelló en la superficie marina de lo que ahora es la península de Yucatán de México. La inmensa energía de aquel impacto lanzó rocas hasta Canadá y vaporizó el asteroide, parte de México y parte de la superficie marina. Esta bola de fuego de roca y agua vaporizadas se elevó por encima de la atmósfera terrestre y se extendió por el planeta.

 Al enfriarse, las gotas de roca fundida del tamaño de un grano de arena se solidificaron y formaron una inmensa nube de estrellas fugaces. Las estrellas fugaces entraron de nuevo en la atmósfera terrestre y elevaron la temperatura del planeta a unos 530 grados Celsius. Desde la tierra, los dinosaurios vieron cómo el cielo azul se convirtió en lava roja ardiente.

 El artista científico David Hardy imagina el destino de los dinosaurios en este cuadro. Murieron calcinados bajo el cielo incandescente. La energía del cielo funciona como las resistencias de un horno. Si se mueren por experimentar lo mismo que los dinosaurios al morir, enciendan su horno y métanse en él. (Risas).

El cielo incandescente quemó todo. Grandes nubes de humo atravesaron la atmósfera y bloquearon el sol, así que no había luz en la Tierra. Todo se volvió frío y oscuro. La fotosíntesis se detuvo, las plantas y los animales, marinos o terrestres, murieron de hambre o de frío. Los dinosaurios no hicieron nada malo para provocar su muerte. Solo fue cosa del destino que un asteroide chocase con la Tierra y matase al 70 % de las especies que conocemos en el planeta. Por desgracia, en nuestra vida, podríamos sufrir el mismo destino que los dinosaurios. Y no me refiero al impacto de otro asteroide, sino a una guerra nuclear.

 Una guerra nuclear provocaría muchos de los mismos fenómenos que experimentaron los dinosaurios.

 Pero, en esta ocasión, sería totalmente culpa nuestra. Por suerte, podemos hacer algo para evitar que esto ocurra. Si viven en una ciudad con una base militar, hay un misil que está apuntándoles ahora mismo. Si viven en una ciudad que tenga industrias, una universidad importante, un gran aeropuerto, una petrolera o depósitos de petróleo, hay una bomba de hidrógeno que está apuntándoles ahora mismo. Vivimos una era peligrosa. Hay 15 000 armas nucleares en el planeta. Y los nueve países con armas nucleares están en conflicto entre ellos. EE. UU. y Corea del Norte, la OTAN y Rusia, India y Pakistán. Bastaría un solo malentendido, un error o un político fanático para provocar un conflicto nuclear.

 En la Segunda Guerra Mundial, flotas de cientos o miles de aviones bombardeaban una sola ciudad. Pero con la bomba atómica, solo hace falta un avión y una bomba. El Enola Gay llevaba una bomba atómica con una carga de 15 000 toneladas de TNT. Cuando lanzó esa bomba en Hiroshima, Japón, murieron unas 100 000 personas. Con el tiempo, se han fabricado bombas aún más potentes: las bombas de hidrógeno. Este avión de los años 60 llevaba cinco bombas de hidrógeno, esas cosas rojas y blancas, y tenían la potencia de 500 bombas de Hiroshima. Y, por supuesto, EE. UU. y Rusia no tienen solo aviones, sino misiles balísticos intercontinentales con bombas de hidrógeno y submarinos nucleares con misiles. Un solo misil Trident lanzado por un submarino puede llevar hasta 100 bombas de hidrógeno cuya potencia explosiva equivale a 1000 bombas de Hiroshima. Conociendo la potencia de las bombas y sus objetivos, podemos saber la destructividad y las víctimas mortales que estos artefactos ocasionarían. Imaginemos, por ejemplo, que EE. UU. ataca Pyongyang, la capital de Corea del Norte, con la bomba más pequeña que puede llevar un misil submarino Trident. Morirían unas 500 000 personas, es decir, la población de Sacramento o Baltimore.

 Las armas nucleares matan a las personas de cuatro maneras. Este círculo naranja es una onda expansiva tan potente que derriba edificios de hormigón y mata a todo aquel dentro de esa zona. Este círculo rojo es la radiación que libera la bomba atómica al fisionar. La radiación mataría del 50 al 90 % de los norcoreanos durante las siguientes semanas. Este círculo verde es la continuación de la onda expansiva, y tiene la potencia para derribar edificios residenciales. Y este círculo amarillo, de casi 10 km de diámetro, es una explosión de luz tan brillante que si la piel se expone a ella, produciría quemaduras de tercer grado, que pueden ser letales. Y objetos inflamables como hojas, periódicos y ropa arderían en llamas.

 Y si EE. UU. ataca a Corea del Norte, probablemente contraatacará. Si usan un arma del mismo tamaño que la estadounidense, y ya han probado una así, morirían 150 000 personas en este círculo de unos 10 km de diámetro en Denver. Y estos supuestos aterradores de los que hablo ocurrirían si cada bando usase una sola arma nuclear. Pero Rusia y EE. UU. tienen, cada una, 4000 armas nucleares estratégicas. Es lo suficiente como para atacar cada ciudad con más de 100 000 personas, en cada país, con 10 bombas atómicas. En una guerra así, 400 millones de personas morirían en el planeta. En China, Rusia, Europa y EE. UU. Pero eso no es todo. (Risas)……………. Solo he hablado del daño producido en la zona cero. Eso es lo único que el ejército considera en sus planes de guerra, pero habría efectos colaterales. 

Recuerden a los dinosaurios; los bosques en llamas mataron a tres cuartas partes de las especies del planeta. Pasaría lo mismo tras una guerra nuclear; las ciudades arderían en llamas y se quemarían. Este es el daño que el ejército ni siquiera considera, el daño que se ve solo como un accidente, el que podría acabar con la civilización humana. Incluso una guerra entre India y Pakistán, dos países con las armas nucleares menos potentes, con solo unos cientos de armas del tamaño de la bomba de Hiroshima. Podríamos morir como una consecuencia imprevista que los generales indios y pakistaníes nunca se habrían planteado. 

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